No todas las familias son perfectas y apoyan verdaderamente a sus hijos, hay familias disfuncionales que critican cada decisión de sus hijos cuando no se ajustan a lo que ellos quieren, les lanzan pequeñas pullas constantemente, no les reconocen sus logros, los protegen tanto que los ahogan, no les dejan decidir por sí mismos… Estas familias otorgan a sus hijos diferentes roles en la familia, y reconocer cuál ha sido el tuyo puede ser lo que te ayude a reescribir tu historia, porque lo vivido no debe condicionar ni tu presente ni tu futuro. No eres lo que tus padres te han hecho creer, y ya es hora de que puedas escribir tu propia historia, viendo quién eres de verdad.

Los Roles Familiares, ¿qué son?

Los roles familiares son los comportamientos y expectativas no habladas que definen cómo interactuamos dentro de la familia. Pueden ser positivos, piensa en la hermana menor solidaria o en el hermano mayor que siempre te apoya. En las familias disfuncionales estos patrones son poco saludables y pueden dejarte sintiéndote atrapado, incomprendido y resentido.

«La mayoría de nuestras creencias son inconscientes; ni siquiera sabemos que las tenemos. Pero determinan totalmente nuestro comportamiento, nuestras emociones e incluso nuestra realidad», Shelly Lefkoe, dueña del Instituto Lefkoe y fundadora de «Educar a la Próxima Generación». Esta programación inconsciente puede crear un efecto dominó, moldeando cómo te ves a ti mismo y cómo interactúas con el mundo.»

Por eso es importante que identifiques que rol has tenido o tienes en la familia, para poder trabajar en esas creencias inconscientes que no te dejan creer en ti, y que se vienen repitiendo en ti desde que eras pequeño.

7 Roles Comunes En La Familia Disfuncional

El hijo dorado

En una familia disfuncional, el «hijo dorado» ocupa un rol privilegiado y, a menudo, se encuentra en el centro de la atención y las expectativas de los padres. Este miembro de la familia es idealizado y visto como la extensión perfecta de los padres, recibiendo elogios constantes y siendo tratado como el favorito. Sin embargo, este rol viene con una carga significativa. El hijo dorado siente una presión constante para cumplir con las altas expectativas y mantener la imagen perfecta que los padres proyectan sobre él. Esto puede llevar a un perfeccionismo extremo y una autoexigencia desmesurada, lo que puede ocasionar un estrés crónico y ansiedad.

Además, el favoritismo hacia el hijo dorado puede generar tensiones y resentimientos entre los hermanos. Los otros hijos pueden sentir que sus propios logros y esfuerzos son minimizados o ignorados, creando un ambiente de competencia y celos. El hijo dorado, consciente de este favoritismo, puede sentirse culpable y aislado, sabiendo que su estatus privilegiado contribuye a la dinámica disfuncional de la familia. A pesar de los aparentes beneficios de ser el favorito, el hijo dorado puede experimentar una profunda soledad y una sensación de no ser aceptado por quien es verdaderamente, sino solo por la imagen que los padres desean proyectar. Este conflicto interno puede afectar su autoestima y su capacidad para desarrollar relaciones auténticas y equilibradas fuera del entorno familiar.

El chivo expiatorio o la oveja negra

En una familia disfuncional, el «chivo expiatorio» es el miembro que a menudo se convierte en el receptáculo de la culpa y las frustraciones de los demás. Este rol implica ser el blanco de críticas, reproches y castigos, incluso cuando no es responsable de los problemas familiares. Los padres y otros miembros de la familia proyectan sus propias inseguridades y problemas en el chivo expiatorio, utilizándolo como una manera de desviar la atención de sus propios defectos y conflictos. Esto crea una dinámica injusta y dañina donde el chivo expiatorio es constantemente desvalorizado y menospreciado.

El impacto emocional y psicológico de ser el chivo expiatorio puede ser profundo y duradero. Este hijo a menudo lucha con sentimientos de baja autoestima, culpa y vergüenza. La constante negatividad y falta de apoyo pueden llevar a problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad. Además, el chivo expiatorio puede desarrollar una identidad basada en las percepciones negativas de los demás, sintiéndose incomprendido y alienado dentro de su propia familia. La constante necesidad de aprobación y la falta de reconocimiento positivo pueden hacer que el chivo expiatorio busque validación externa, lo que puede llevar a relaciones tóxicas y codependientes en su vida adulta.

A pesar de estos desafíos, el chivo expiatorio también puede desarrollar una fuerte resiliencia y empatía. La experiencia de ser marginado puede fomentar una profunda comprensión de la injusticia y una capacidad para conectar con los demás de manera compasiva. Sin embargo, es crucial que el chivo expiatorio reciba apoyo y reconocimiento fuera del entorno familiar para sanar y reconstruir su autoestima. Terapeutas, amigos comprensivos y grupos de apoyo pueden desempeñar un papel vital en ayudar al chivo expiatorio a reconocer su valía intrínseca y romper el ciclo de abuso emocional.

La mascota o payaso

En una familia disfuncional, el «hijo payaso» o «mascota» juega un rol crucial pero a menudo desgastante. Este miembro de la familia utiliza el humor y las bromas para aliviar la tensión y el conflicto en el hogar. Al adoptar este papel, el hijo payaso busca distraer a los demás de los problemas subyacentes y calmar las situaciones tensas. Sin embargo, este mecanismo de defensa puede tener un costo personal elevado. Al centrarse en hacer reír a los demás, el hijo payaso a menudo reprime sus propias emociones y necesidades, dejando de lado su bienestar emocional para mantener una apariencia de normalidad y felicidad en la familia.

Además, el rol del hijo payaso puede llevar a una falta de reconocimiento de sus propios problemas y sentimientos. Los demás miembros de la familia pueden llegar a verlo únicamente como el alivio cómico, subestimando sus capacidades y minimizando sus sentimientos. Esta falta de validación puede afectar profundamente su autoestima y su desarrollo emocional a largo plazo. A pesar de su apariencia alegre y despreocupada, el hijo payaso puede experimentar una soledad significativa, sintiéndose incomprendido y aislado en su lucha por mantener el equilibrio en un entorno familiar tumultuoso.

El Hijo Adicto

En una familia disfuncional, el «hijo adicto» es aquel miembro que recurre a sustancias como drogas o alcohol, o a comportamientos adictivos, como una forma de escapar o lidiar con la dinámica tóxica del hogar. Este rol puede surgir como una respuesta al estrés, la presión, y el dolor emocional que caracterizan a un entorno familiar problemático. La adicción, en este contexto, se convierte en un mecanismo de defensa y una manera de afrontar la falta de apoyo emocional, el abuso o la negligencia.

El hijo adicto a menudo atrae una atención negativa, lo que puede desviar el foco de otros problemas familiares. Los padres y otros miembros de la familia pueden centrar sus energías en intentar «arreglar» o controlar la adicción, lo que les permite evitar enfrentar sus propios problemas y disfunciones. Esto puede llevar a una dinámica de co-dependencia, donde la familia se une en torno a la crisis del hijo adicto, perpetuando el ciclo de disfunción y negación. A menudo, el hijo adicto es etiquetado como «el problema» de la familia, lo que puede profundizar su sentimiento de aislamiento y desesperanza.

El impacto en el hijo adicto es profundo y multifacético. La adicción puede causar estragos en la salud física y mental, afectando el bienestar general y las oportunidades de vida. El hijo adicto puede experimentar sentimientos de vergüenza, culpa y baja autoestima, reforzados por la percepción de ser una decepción para la familia. La constante lucha con la adicción puede llevar a problemas legales, académicos y laborales, creando un ciclo de autodestrucción que es difícil de romper sin intervención adecuada.

El Hijo Perdido o Problemático

En una familia disfuncional, el «niño perdido», también conocido como el «niño problema» o el «rebelde», es aquel miembro que se retira o se aísla para manejar el caos y la toxicidad del entorno familiar. Este rol es adoptado como una forma de protegerse emocionalmente del conflicto, la negligencia o el abuso. El niño perdido suele ser callado, reservado y evita llamar la atención, intentando desaparecer en el trasfondo de la dinámica familiar.

El niño perdido se caracteriza por su autoaislamiento y falta de participación en las actividades familiares. A menudo se refugia en su propio mundo, buscando consuelo en hobbies solitarios, la lectura o el uso excesivo de la tecnología. Este comportamiento de aislamiento es una estrategia para evitar el dolor emocional y la confrontación directa con la disfunción familiar. En muchas ocasiones, el niño perdido puede ser percibido como «bueno» porque no causa problemas visibles, pero en realidad está sufriendo en silencio.

Por otro lado, el rol del «niño problema» o «rebelde» es adoptado por aquellos que responden a la disfunción familiar con comportamientos desafiantes y disruptivos. Este niño actúa de manera rebelde como una forma de expresar su frustración y dolor, a menudo participando en actividades de riesgo, como el consumo de sustancias, la violencia o la delincuencia. La rebeldía puede ser una forma de llamar la atención que no recibe de manera positiva y de externalizar su malestar interno.

El impacto en el niño perdido o rebelde es significativo y puede manifestarse en problemas emocionales y psicológicos a largo plazo. El niño perdido puede experimentar sentimientos profundos de soledad, baja autoestima y dificultad para formar relaciones saludables fuera del entorno familiar. La tendencia a retirarse y no expresar sus emociones puede llevar a problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad. En contraste, el niño rebelde puede enfrentar consecuencias tangibles como problemas legales, dificultades académicas y relaciones conflictivas, así como un riesgo elevado de caer en patrones de comportamiento destructivos.

El Hijo Pacificador o Mediador

En una familia disfuncional, el «hijo pacificador» o «mediador» desempeña un rol crucial al intentar mantener la armonía y reducir los conflictos entre los miembros de la familia. Este niño asume la responsabilidad de ser el puente entre los miembros en disputa, tratando de calmar tensiones y resolver desacuerdos. La necesidad de cumplir con este rol puede surgir del deseo de evitar el caos y el conflicto, así como de proteger a los demás y a sí mismo del ambiente emocionalmente cargado.

El hijo pacificador suele ser empático, comprensivo y posee habilidades de comunicación efectivas desde una edad temprana. A menudo interviene en discusiones, tratando de moderar y encontrar soluciones que satisfagan a todas las partes. Este niño puede actuar como consejero no oficial de sus padres y hermanos, escuchando sus problemas y ofreciendo apoyo emocional. Su objetivo principal es mantener la paz y reducir el estrés dentro del hogar, incluso si esto significa sacrificar sus propias necesidades y deseos.

A pesar de las habilidades valiosas que desarrollan, el rol de pacificador puede tener efectos negativos a largo plazo. El constante esfuerzo por mediar y satisfacer a todos puede llevar al estrés crónico y al agotamiento emocional. El hijo pacificador a menudo siente una inmensa presión para mantener la armonía y puede desarrollar una aversión a los conflictos, evitando confrontaciones necesarias en su vida adulta. Esta aversión puede llevar a una tendencia a reprimir sus propios sentimientos y necesidades, lo que resulta en problemas de salud mental como ansiedad y depresión.

Además, el hijo pacificador puede luchar con la identidad y la autoaceptación, ya que gran parte de su autoestima está vinculada a su capacidad para resolver conflictos y mantener la paz. La dependencia de la aprobación externa y la validación de su rol mediador puede dificultar la formación de una identidad propia y sólida. También es posible que este niño desarrolle patrones de codependencia en sus relaciones adultas, priorizando las necesidades de los demás sobre las propias.

El Hijo Narcisista

En una familia disfuncional, el «hijo narcisista» asume un rol complejo y problemático, caracterizado por comportamientos que buscan atención y validación constante. Este rol puede desarrollarse debido a dinámicas familiares donde el hijo ha aprendido a satisfacer sus necesidades emocionales a través de la manipulación y la explotación de los demás. La atención que recibe, ya sea positiva o negativa, refuerza su comportamiento, perpetuando un ciclo de narcisismo.

El hijo narcisista a menudo muestra una necesidad insaciable de admiración y reconocimiento. Puede ser encantador y carismático, utilizando estas cualidades para obtener lo que desea de otros miembros de la familia. Esta búsqueda constante de validación puede llevarle a exagerar sus logros y a desvalorizar a los demás, creando un ambiente competitivo y tóxico dentro del hogar. Su autoimagen inflada es una defensa contra sentimientos profundos de inseguridad y baja autoestima.

Dentro de la dinámica familiar, el hijo narcisista puede provocar divisiones y conflictos. Puede manipular a los padres y a los hermanos para crear alianzas que le favorezcan, y no dudará en desacreditar a quienes percibe como una amenaza a su estatus. Su comportamiento puede ser altamente controlador, buscando dominar las interacciones y mantener el control sobre las relaciones familiares. Esta manipulación y control pueden llevar a un ciclo de abuso emocional, donde los demás miembros de la familia se sienten constantemente menospreciados y desvalorizados.

roles de una familia disfuncional

Cómo Sanar de Los Roles Disfuncionales En La Familia

Si tus hijos (o incluso tú) lucháis con los efectos de los roles disfuncionales en la familia, debes saber que no significa que deban mantenerse en el tiempo.

Explora estos consejos respaldados por expertos. Te pueden ayudar a criar de manera consciente para que puedas sanar la disfunción en las dinámicas familiares y los roles en los que han caído tus hijos.

1. Desafía tus propias creencias negativas

La mayoría de nuestros pensamientos negativos sobre nosotros mismos como adultos se deben a creencias desempoderadoras que formamos cuando éramos niños.

La cosa es que la manera en que los adultos crían cambia la forma en que sus hijos ven el mundo y su oportunidad de prosperar, según un estudio de cohorte de nacimiento británico. 

Eso significa que las dinámicas familiares saludables moldean a niños saludables, y viceversa.

Entonces, retrocede a tu infancia. ¿Cómo podrían haber moldeado tus dinámicas familiares tu autopercepción?

Shelly recomienda cuestionar las creencias negativas que tienes sobre ti mismo. Estas creencias pueden sonar como «No soy lo suficientemente bueno» o «No merezco la felicidad«.

A menudo, estas creencias se derivan de interpretaciones erróneas de experiencias de la infancia. Por ejemplo, tal vez fallaste en una prueba y concluiste que eres «malo en matemáticas» en lugar de reconocerlo como un contratiempo único.

Para desafiar estas creencias negativas, pregúntate a ti mismo: «¿Cuál es la evidencia para esta creencia?«

Busca interpretaciones alternativas. ¿No estudiaste para la prueba? ¿El estilo del profesor no fue adecuado para tu aprendizaje?

Buscando evidencia en contrario, puedes comenzar a debilitar el agarre que tienen estas creencias negativas sobre ti. Y como resultado, no las transmites a tus hijos.

2. Practica la escucha activa

No es ningún secreto que un aspecto esencial para construir relaciones sólidas es la escucha activa.

«Cuando tu hijo te está hablando, solo míralo y dile, ‘Hmm. Oh. Veo. Entendido. Tiene sentido’… y luego deja de hablar«, aconseja Shelly. «Y cuando escuchas y escuchas y escuchas, cuando dejan de hablar, sigue escuchando, descubrirás cosas que no descubrirás si sigues hablando. Así que practica la escucha activa«.

Esta habilidad de crianza es una forma de crear un espacio seguro para la comunicación abierta. Esto no solo fortalecerá tu vínculo con tu hijo, sino que también los equipará con las habilidades para ser buenos oyentes ellos mismos, fomentando relaciones más saludables a lo largo de sus vidas.

3. Valida tus sentimientos

«Antes de decir cualquier cosa«, dice Shelly, «lo más importante es: ‘Escucho totalmente lo triste/enojado que estás. Para mí tiene total sentido que quieras eso’. Entonces puedes interactuar».

Así es como puedes validar las emociones de tu hijo.

Se basa en la base de la escucha activa, donde reconoces y aceptas sus sentimientos, incluso si no necesariamente estás de acuerdo con ellos. Lo más importante es que les muestra que los entiendes y te importa.

Esto no solo proporciona un espacio seguro para que se expresen abiertamente, sino que también fomenta la confianza y les ayuda a identificar y manejar sus emociones de manera saludable.

Sin embargo, ten en cuenta que la validación es diferente al elogio. No necesitas juzgar sus emociones como buenas o malas. Simplemente reconoce sus sentimientos y hazles saber que está bien sentirse así.

4. Deja de lado el control y fomenta la conexión

En lugar de intentar controlar constantemente el comportamiento de tu hijo, concéntrate en construir una conexión más profunda

La Dra. Shefali Tsabary, psicóloga clínica, reconoce la frustración que sienten los padres cuando saben que aman a su hijo pero luchan por conectarse en su programa “Familias Conscientes” en Mindvalley.

«La conexión con nuestros hijos no surge simplemente porque tenemos la intención de conectar«, explica. «Toda conexión verdadera emerge sólo de un lugar: nuestra conexión con nosotros mismos«.

Si estás desconectado de ti mismo, no puedes conectar verdaderamente con tu hijo. Experiencias pasadas y problemas no resueltos pueden crear barreras para la conexión.

Esto no significa que no debas establecer límites o proporcionar orientación. Sin embargo, el enfoque cambia de dar órdenes a hacer preguntas. Al fomentar la curiosidad y la mente abierta, invitas a tu hijo a compartir sus experiencias y sentimientos.

5. Suelta las expectativas

Cuando esperas que tu hijo se comporte de cierta manera, crea presión y desconexión.

«Las expectativas crean este tipo de amor condicional«, señala la Dra. Shefali. «Cuando se cumplen nuestros deseos, necesidades, nuestras expectativas, mostramos gran amor por nuestros hijos. Y cuando no se cumplen, entonces retiramos inmediatamente nuestro amor; entramos en reactividad y enojo«.

Míralo de esta manera: Quieres comida china, pero no hay restaurantes cerca. O cambias tus expectativas (buscas una comida diferente) o cambias tu realidad (viajas a otra ciudad). Esto también se aplica a la crianza.

La Dra. Shefali sugiere seguir estos tres pasos:

  • Cuando te sientas atrapado, pregúntate qué esperabas.
  • Reevalúa tus expectativas. ¿Son realistas y útiles? ¿Puedes ajustarlas?
  • Elige cambiar tus expectativas o tu realidad.

Puede que no siempre haya una solución perfecta, pero dejar de lado las expectativas rígidas crea espacio para la empatía.

¿Cuál es el impacto de las dinámicas familiares disfuncionales?

¿Sabías que en Estados Unidos, «más personas»—aproximadamente el 70-80%—»provienen de familias disfuncionales que de familias saludables,» según Terence T. Gorski, M.A., N.C.A.C., en su libro, “Aprendiendo a Amar Correctamente: Entendiendo las Elecciones de una Intimidad Saludable”.

Si bien esta dinámica familiar poco saludable es común, crecer en un ambiente así puede afectarte de muchas maneras. Podrías experimentar baja autoestima, dificultad para confiar en otros o problemas para mantener relaciones saludables. Estas dinámicas también pueden llevar a la ansiedad, la depresión o dificultades para manejar las emociones.

Imagina una familia donde las peleas son constantes y las emociones nunca se discuten abiertamente. Esto puede dejar a un niño confundido e inseguro. Podrían aprender a reprimir sus emociones o desarrollar mecanismos de afrontamiento poco saludables.

La buena noticia es que puedes sanar de estas experiencias. Al comprender tus dinámicas familiares y desarrollar mecanismos de afrontamiento saludables, puedes construir un futuro más brillante.

(la segunda parte de este post ha sido tomado del original de Mindvalley).

Si quieres tener las pautas para llegar al fondo de ti, eliminando esas creencias que te paralizan, y que no son verdad, simplemente cosas que te repitieron en tu infancia o que tú hiciste tuyas para adaptarte al medio en el que vivías, te dejo la guía con ejercicios prácticas que es el resumen de mi experiencia y estudios en el tema. Si a mí me ha servido, y a miles más también, a ¿qué esperas para poder sacar las preciosas alas que tienes? Un abrazo, y jamás olvides que eres mucho más grande de lo que crees ser.

 

sobrevivir a una madre narcisista
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